–Tengo ganas de comerte a besos –dijo el hombre.
La mujer entusiasmada accedió a la propuesta sin dudarlo, ya que el varón y su oferta resultaban atractivos.
Pero el muchacho fue incapaz de dominar, sólo con besos, la sabrosa tentación que le provocaba aquel cuerpo expectante tan carnoso. La muchacha complaciente era tan bella, que él no pudo evitar sentir algo de pena, en el instante exacto en que ese lobo insaciable, que lo posee por las noches, abrió sus fauces.