El 31 de diciembre de no recuerdo bien que año de la suntuosa década del noventa, tuve la suerte de festejar el año nuevo en uno de los parques de Walt Disney World.
Aún recuerdo cuando, unos minutos antes de las doce de la noche, nos agrupamos frente al palacio de la Cenicienta para disfrutar del esperado festejo.
Sobre un gran escenario especialmente armado para la ocasión, apareció el ratón Mickey que, abriendo sus brazos con movimientos exagerados, inició con su clásica voz finita una cuenta regresiva de diez segundos que culminó con un grito alegre de: "Happy New Year!".
A mi alrededor, se escucharon voces de festejo en múltiples idiomas y, bajo un cielo de increíbles e inolvidables fuegos artificiales, pude ver a todos los turistas abrazando a sus familiares, parejas, amigos o a las personas que tuvieran a su lado.
Todos estaban felices, menos el pobre hombrecito mexicano dentro del traje de latex de ratón que, escondido tras una careta blanca y sonriente, recordaba lejos de su familia lo emocionante que eran las fiestas en su Tijuana natal.
Aún recuerdo cuando, unos minutos antes de las doce de la noche, nos agrupamos frente al palacio de la Cenicienta para disfrutar del esperado festejo.
Sobre un gran escenario especialmente armado para la ocasión, apareció el ratón Mickey que, abriendo sus brazos con movimientos exagerados, inició con su clásica voz finita una cuenta regresiva de diez segundos que culminó con un grito alegre de: "Happy New Year!".
A mi alrededor, se escucharon voces de festejo en múltiples idiomas y, bajo un cielo de increíbles e inolvidables fuegos artificiales, pude ver a todos los turistas abrazando a sus familiares, parejas, amigos o a las personas que tuvieran a su lado.
Todos estaban felices, menos el pobre hombrecito mexicano dentro del traje de latex de ratón que, escondido tras una careta blanca y sonriente, recordaba lejos de su familia lo emocionante que eran las fiestas en su Tijuana natal.
4 comentarios:
La naturaleza del humano nos hace ser inconformistas, pero a pesar de lo mucho que nos quejemos e incluso, cuando nos hayamos ido de nuestra región en busca de un mejor pasar económico o de una mejor calidad de vida, siempre nuestra mente tenderá a añorar el lugar donde creció.
Saludos
Noble apreciación la de reparar en la mirada nostálgica del hobrecito escondido tras el disfraz de ratón, añorando, en medio de todos los abrazos ajenos, el de su querida familia.
Hay miradas que desvelan la calidad humana del que observa, y no me refiero a la que había tras la careta de ratón!!
Un saludo.
NoeliaA, es bueno tu punto de vista. No lo había analizado desde ahí. Gracias por tu comentario. Un beso
Mara-mara, me encantó tu comentario. Será que soy un nostálgico, y creo que esos momentos son importantes para todos, más allá de las caretas. Gracias por comentar ese cuento. Saludos
Este cuento está muy bueno y triste.
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