lunes, 27 de diciembre de 2010

Tuning

Con cuatro horas diarias de gimnasio, una dieta estricta y largas sesiones de bronceado, el anciano logró cambiar su aspecto en pocos meses. Afeitó su barba y se mudó al Hemisferio Sur, donde cambió la calurosa chaqueta roja por una guayabera multicolor. Luego, vendió el viejo trineo para comprar un descapotable último modelo, y contrató a un fotógrafo prestigioso para que lo retratara en una playa, exhibiendo sus brazos recién tatuados.
Esa Navidad, repartió juguetes en tiempo récord, con la vitalidad de un hombre nuevo. Eso sí, con su imagen diferente impresa en las tarjetas, aquel año Unicef no vendió ni una postal.

Este microrrelato está incluido en la Breve antología de microrrelatos navideños elaborado por la Internacional Microcuentista.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El adelantado

Antes eran cuatro reyes magos. Pero un día, uno de ellos se cansó de que el camello se quejara todo el tiempo por su sobrepeso, y decidió comprar un vehículo más fuerte y veloz. Desde entonces, cumple con su trabajo en solitario, y concluye sus servicios once días antes que los demás.

viernes, 17 de diciembre de 2010

La mudanza

Un día, mi cuerpo se cansó de mí y me abandonó de golpe. Se levantó, se baño, se lavó los dientes y salió a la calle sin decir una palabra, con el ánimo visiblemente alterado. Yo lo observaba atónito desde la cama, ya que no podía levantarme sin mis piernas. Algunas horas más tarde, escuché unos ruidos extraños en la puerta, como si alguien estuviera forzando la cerradura. De pronto, la puerta se abrió y vi entrar al encargado del edificio con un policía que tomaba notas en una libretita.
–Aquí es donde vivía el pobre hombre –le dijo–. No tenía familia, ni tengo a quién avisar.
–¿Quién les dio permiso para entrar a mi casa? –les pregunté enojado.
Pero no obtuve respuesta. Claro, como no puedo moverme, ellos se burlaron de mí, hicieron de cuenta que no escuchaban mis reclamos, y me dejaron aquí abandonado por varios días.
Hoy recibí la visita de dos hombres corpulentos vestidos con uniforme de una empresa mudadora. Sin pedirme autorización, comenzaron a cargar mis muebles. Ya llevaron la mesa de la sala, la heladera y el sofá. El más corpulento de ellos me apunta con el dedo. “Desarma la cama y cargala en el camión”, ordena, y el otro se acerca con un destornillador.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El juramento

Ella había mudado de barrio, había crecido, había encontrado la vida que tanto deseaba. Él respetó la distancia en silencio. Pero el día que cumplió 86 años, la buscó por cielo y tierra, hasta encontrarla.
–¿Te acuerdas cuando juré que te amaría hasta que fuéramos viejitos? –le preguntó.
Aunque ella recordaba aquella escena claramente, apenas insinuó un leve movimiento afirmativo de cabeza.
–Sólo deseaba que sepas que cumplí con mi promesa.
Y entonces el hombre, al descubrir las pupilas radiantes en esos ojos cansados que lo observaban con la misma dulzura que cincuenta años atrás, supo que haber cumplido con el juramento no había sido en vano.