No había nada que pudiera levantarme el ánimo en esa fría y solitaria noche de domingo. Mi equipo de fútbol había perdido sobre la hora y eso era motivo suficiente para no desear ver la clásica crónica deportiva semanal por televisión. Siempre odié ver festejar a los equipos rivales.
Me serví un trago corto de vodka Absolut con hielo y me quité los zapatos negros que traía puestos desde el mediodía. Elegí el sillón más cercano a la estufa para recostarme un rato para leer una vieja historieta en colores de Nippur de Lagash. Acomodé mis pies descalzos en uno de los apoyabrazos y mi cabeza de pelos revueltos sobre un pequeño almohadón. Con el control remoto, encendí el equipo de audio y puse a sonar un entristecedor disco de Pink Floyd. Respiré hondo, estiré los dedos de los pies y me relajé. Me sumergí en la historieta como lo hacía cuando era niño, devorando página a página la historia del errante personaje.
Apenas iniciada la sesión de lectura, algo inesperado llamó mi atención. Un fino haz de luz amarilla se asomaba tímidamente por debajo de una de las pequeñas puertas de la sala.
Extrañado, arrojé la historieta sobre el suave sillón y caminando sobre mis medias llegué hasta el lugar del que provenía la llamativa luminosidad. Abrí la puerta lentamente y una luz brillante, que nubló mi vista, me invitó a dar un paso hacia adelante, sacudiendo mi rostro con un viento ensordecedor, como si mi cuerpo hubiera atravesado con un solo paso la línea ancha de circunferencia de un tornado de gran escala.
La puerta del recinto se cerró bruscamente detrás mío y la luz se apagó inmediatamente. Ante mis ojos apareció un escenario desértico, caluroso e inhóspito. Me sentí extraño e incómodo. Noté que mis ropas habían cambiado como por arte de magia. Mis medias eran ahora un par de sandalias de cuero y los pantalones y la camisa arremangada que vestía al cruzar la puerta se habían convertido en una túnica blanca corta y fresca. Detrás de mí, apareció de repente un fornido hombre a caballo, que sin desmontar comenzó a girar a mi alrededor, inspeccionándome atentamente. Su ojo izquierdo estaba cubierto con un parche negro y una larga espada plateada colgaba de su cinturón.
- ¿Porqué tardaste tanto? – me dijo Nippur con una sonrisa – Hace años que estaba esperando que vinieras a darme una mano. Deberías saber que desde que perdí mi ojo izquierdo me siento débil y viejo y necesito tu ayuda para poder reconquistar mi querida Lagash.
Sin darme tiempo a decir nada, señaló con su dedo índice un pequeño árbol seco debajo del cual descansaba un caballo negro hermoso y bravío.
- Es para ti – me dijo el fortachón en perfecto español – Lo escogí en una tienda de Egipto, especialmente para esta ocasión. Móntalo y ven conmigo. Debemos apurarnos, el enemigo debe estar cerca.
A pesar de no entender lo que ocurría, no me animé a rechazar su invitación. Siempre había admirado al guerrero sumerio y seguido con asombro cada una de sus aventuras desde aquella primera aparición en 1967, cuando yo apenas tenía catorce años. Algunos minutos más tarde, estábamos reunidos alrededor de un fogón junto a varios guerreros aliados, entre los que reconocí a Sargón, el rey de Akad, al gigante Ur-El de Merem y el joven Hiras, el hijo de mi anfitrión. Juntos planeamos la reconquista de la ciudad de Lagash, para la cual ellos consideraban indispensable mi participación. Era evidente que el grupo aliado tenía inferioridad de hombres, armas y provisiones que el ejército comandado por el malvado rey Luggal-Zaggizi, y por ello, cualquier persona que quisiera sumarse a la acción armada, aunque fuera inexperto y pacífico como yo, era un sujeto útil para los fines. Me dieron una espada plateada y un pesado escudo, cuyas técnicas de uso tuve que aprender rápidamente para poder acompañar al bravo Nippur en la audaz batalla de Umma. El triunfo final no tardó en llegar y el tuerto guerrero vino hacia mí con el rostro iluminado, para sellar nuestra flamante amistad, envolviéndome con un fuerte y entrañable abrazo.
Esa fue la imagen dibujada que el detective, que tiene a su cargo analizar la causa de mi desaparición, descubrió en la colorida página central del cómic, que descansaba abierto sobre el largo sillón. La escena se completaba con un tibio vaso de vodka con agua de hielos derretidos, sobre la mesa ratona, y un par de mocasines negros arrojados a un costado de la alfombra. Delante de la puerta del armario de la sala, yacían las ropas arrugadas que ya no volvería a vestir. El extraño caso fue cerrado sin encontrar explicaciones. Hoy vivo en Lagash, en un tiempo desconocido, sin fútbol ni vodka. Han pasado varios meses desde la transmutación y aún no pude encontrar el camino de regreso a mi lugar de origen, aunque debo confesar que tampoco he tenido interés en buscarlo.
Apenas iniciada la sesión de lectura, algo inesperado llamó mi atención. Un fino haz de luz amarilla se asomaba tímidamente por debajo de una de las pequeñas puertas de la sala.
Extrañado, arrojé la historieta sobre el suave sillón y caminando sobre mis medias llegué hasta el lugar del que provenía la llamativa luminosidad. Abrí la puerta lentamente y una luz brillante, que nubló mi vista, me invitó a dar un paso hacia adelante, sacudiendo mi rostro con un viento ensordecedor, como si mi cuerpo hubiera atravesado con un solo paso la línea ancha de circunferencia de un tornado de gran escala.
La puerta del recinto se cerró bruscamente detrás mío y la luz se apagó inmediatamente. Ante mis ojos apareció un escenario desértico, caluroso e inhóspito. Me sentí extraño e incómodo. Noté que mis ropas habían cambiado como por arte de magia. Mis medias eran ahora un par de sandalias de cuero y los pantalones y la camisa arremangada que vestía al cruzar la puerta se habían convertido en una túnica blanca corta y fresca. Detrás de mí, apareció de repente un fornido hombre a caballo, que sin desmontar comenzó a girar a mi alrededor, inspeccionándome atentamente. Su ojo izquierdo estaba cubierto con un parche negro y una larga espada plateada colgaba de su cinturón.
- ¿Porqué tardaste tanto? – me dijo Nippur con una sonrisa – Hace años que estaba esperando que vinieras a darme una mano. Deberías saber que desde que perdí mi ojo izquierdo me siento débil y viejo y necesito tu ayuda para poder reconquistar mi querida Lagash.
Sin darme tiempo a decir nada, señaló con su dedo índice un pequeño árbol seco debajo del cual descansaba un caballo negro hermoso y bravío.
- Es para ti – me dijo el fortachón en perfecto español – Lo escogí en una tienda de Egipto, especialmente para esta ocasión. Móntalo y ven conmigo. Debemos apurarnos, el enemigo debe estar cerca.
A pesar de no entender lo que ocurría, no me animé a rechazar su invitación. Siempre había admirado al guerrero sumerio y seguido con asombro cada una de sus aventuras desde aquella primera aparición en 1967, cuando yo apenas tenía catorce años. Algunos minutos más tarde, estábamos reunidos alrededor de un fogón junto a varios guerreros aliados, entre los que reconocí a Sargón, el rey de Akad, al gigante Ur-El de Merem y el joven Hiras, el hijo de mi anfitrión. Juntos planeamos la reconquista de la ciudad de Lagash, para la cual ellos consideraban indispensable mi participación. Era evidente que el grupo aliado tenía inferioridad de hombres, armas y provisiones que el ejército comandado por el malvado rey Luggal-Zaggizi, y por ello, cualquier persona que quisiera sumarse a la acción armada, aunque fuera inexperto y pacífico como yo, era un sujeto útil para los fines. Me dieron una espada plateada y un pesado escudo, cuyas técnicas de uso tuve que aprender rápidamente para poder acompañar al bravo Nippur en la audaz batalla de Umma. El triunfo final no tardó en llegar y el tuerto guerrero vino hacia mí con el rostro iluminado, para sellar nuestra flamante amistad, envolviéndome con un fuerte y entrañable abrazo.
Esa fue la imagen dibujada que el detective, que tiene a su cargo analizar la causa de mi desaparición, descubrió en la colorida página central del cómic, que descansaba abierto sobre el largo sillón. La escena se completaba con un tibio vaso de vodka con agua de hielos derretidos, sobre la mesa ratona, y un par de mocasines negros arrojados a un costado de la alfombra. Delante de la puerta del armario de la sala, yacían las ropas arrugadas que ya no volvería a vestir. El extraño caso fue cerrado sin encontrar explicaciones. Hoy vivo en Lagash, en un tiempo desconocido, sin fútbol ni vodka. Han pasado varios meses desde la transmutación y aún no pude encontrar el camino de regreso a mi lugar de origen, aunque debo confesar que tampoco he tenido interés en buscarlo.
32 comentarios:
Voy de nuevo,
Ahora me explico dónde puede estar un bostero muy íntimo mío,que hace del 3/5 que no lo encuentro...
Se debe haber ido con Nippur de Lagash (que en realidad era el Pato Abondanzzieri) pero con los dos ojos tapados...!!!!!!! porque se comió el 3 a 2 en el minuto 90 jajajja-
Perdón, ésto no es serio.
Me gustó el relato, me zarpé para cualquier lado.
Buena reivindicación de la legendaria figura del Comic.
BESOS DE LIVING
A veces no hay nada que nos levante el ánimo, ni en domingo, ni lunes.. hoy yo busco y busco un algo que me anime pero aún nada de nada...
Besos amor, un abrazo, cuidate mucho.
Me gusto mucho tu relato.. me quedo son esa música de Pink Floyd
saludos fraternos
un abrazo
Ops!pense lo mismo que el Sr Adolfo y quede atrapada entre el vokda y Pink Floyd...apasionante viaje por Medio Oriente...felicitaciones Martin!
Exquisito relato. Maravillosa historia y maravillosa narración. Muy, muy, muy bueno. Gracias.
Guauuu... muy bueno, envidiable posibilidad de irse de viaje al lugar deseado.
Me encantó!!
Un abrazo.
Yo tampoco tendría muchas ganas de volver a un mundo como el nuestro, y si del otro lado está Nippur, Gilgamesh, Ramses IV o quién sea, mejor toadavía.
Saludos
Sil, cualquier razón es buena para desaparecer en esos casos... jaja. Un beso
Natalia, no creo que exista día mas deprimente que los domingos a la noche. Espero que tu visita al living haya colaborado para cambiar ese ánimo! Besos
Adolfo, la música de Pink Floyd me parece tan deprimente como extraordinaria. No fue casual su elección para este relato. Gracias por tu apoyo. Saludos
Carina, muchas gracias por acompañarme en ese viaje. Saludos
Alejandro, gracias por tantos elogios. No sé si te gustará leer comics o si habrán llegado los de Nippur a Colombia. Si fuera el caso, te recomiendo su lectura. Es apasionante. Te mando un abrazo
Magah, que bueno que lo hayas disfrutado. Un abrazo
Dragon de azucar, coincido con vos. En tu envidiable biblioteca, ¿tenés algo de Nippur? Sino, te lo recomiendo. Saludos
Genial relato y homenaje al GRAN PERSONAJE de Robin Wood. Qué bueno que hayas hecho un cuento con él. Soy de los que añoran El Tony, D'Artagnan, Nippur, hasta el Intervalo dónde venía "Mi Novia y Yo". Por suerte existe el grupo Woodiana y de ahí me puedo bajar las historias de gigantes personajes de la literatura argentina, muchas veces desvalorizados por ser eso, una historieta, sin saber, quiénes lo desvalorizan, el rico contenido que contienen sus páginas.
Genial Martín.
Neto, comparto esos sentimientos acerca de los grandes comics que ya no volverán. Tuve la suerte de volver a leer Nippur el año pasado (era muy chico cuando lo leí por primera vez), y quedé tan fascinado que surgió esta historia, como un pequeño homenaje a Robin Wood y sus personajes. Que bueno que tengamos la misma opinión. Un abrazo
Uy, se lo pasé a varios blogueros amigos y a vos no te lo pasé, mil disculpas. De paso que lo vean los que vienen a visitarte y se suman:
Concurso de blogs Premios Übermensch!
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Hay una notebook en juego
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Gracias Netomancia. Un abrazo.
Nippur de Lagash!!!!!!! sí, jejej lo recuerdo! yo también lo leía, cunado visitaba los domingos la casa de mis abuelos y me dejaba caer en un sillón casi inerte, por horas leyendo los cómics que compraba mi tío! jejeje. Qué de recuerdos me has traído, hombre de Dios!...y se entiende perfectamente que aquel héroe de línea y tinta haya buscado compañero jejejej
Te dejo un abrazo!
Neogeminis, siempre es grato encontrar a alguien con recuerdos en común. Gracias por tu comentario. Un abrazo
Exquisito homenaje al Comic... y genial el relato!!! Te sugiero que regreses, aquí somos muchos los que esperamos nuevos relatos...
Besos rojos,
HR.
HR, gracias por tu comentario, y quedate tranquilo, que los cuentos seguirán. Un beso
Me encantó el relato, y eso que no conozco el cómic (oh, que decepción jajaja)Yo he soñado muchas veces que de repente me teletransportaba a un mundo paralelo (en el fondo sólo soy una niña grande)
Un beso.
Ro, si buscas en la web seguramente vas a poder encontrar mas información sobre el comic. Comparto eso de ser un niño grande. Gracias por tu visita y por seguirme. Te mando un beso
Vodka y Pink Floyd....definitivamente eres de los míos!!!!
Rous, no hay mejor remedio para un domingo depresivo!! Saludos
He pasado a echar un ratito de lectura, y a desearte un buen comienzo de semana.
Saludos!
Vuelve de la tira y sigue escribiendo.
Sonrisa de Hiperión, muchas gracias por tu visita. Feliz comienzo de semana para vos también.
Claudia, quedate tranquila, que no podrán librarse tan fácil de mí. jaja
Eso es lo que tiene la lectura... te lleva sin darte cuenta de viaje a lugares y tiempos impensables.
Un beso,
Clara, es cierto... uno abre un libro y nunca sabe adonde va a terminar. Un beso
Nunca oí hablar de esos comics, eso revelará mi edad? o mi ignorancia? Me quedo con la segunda. Pero qué importa, el relato tiene vida propia, y me ha trasladado hacia ese paisaje, hacia ese otro lado de la realidad. Me encantoooo!!!!!
Naty, quizas sea una cuestión de género. Es un comic propio de los varones, pero también debe tener alguna admiradora. Gracias por tu comentario. Que bueno que te gustó el relato! Un beso
Martin, gracias por invitarme a leer tu cuento...ahora espero la continuidad(porque la va a tener,jeje) esa continuidad donde vos ayudes a cada personaje a volver a ser...
Sin vos(y cada uno de nosotros, los lectores) las leyendas no transmitidas se morirían.
Fijate que hay un par de chicos jóvenes que gracias a tu gran relato se están preguntando¿Quién es Nippur, que me estoy perdiendo?
Saludos y me anoto desde hoy como otro más de tus seguidores.
Felipe
Felipe, bienvenido al Living! Coincido con lo que decís sobre la transmisión de las leyendas. Por eso se me ocurrió escribir este cuento. Gracias por tu comentario y por seguirme. Espero que vuelvas pronto. Saludos
Espero la siga pasando bien en NIPPUR,a mi me ocurre que me sabe bien ir a éstos lugares que uno añora ,pero siempre se renace al regresar.
Carlos, lo importante es que gracias a este cuento muchos hayan conocido la historieta. Saludos
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