miércoles, 6 de julio de 2011

El campeón

En el instante en que logra impactar la trompada contra el mentón de su adversario, el boxeador se siente ganador de la pelea. Ya puede imaginarse con el cinturón de campeón del Mundo colgado a la altura de sus caderas, frente a los rostros animados de miles de aficionados que lo vitorean. Por fin alcanzará la fama tan deseada, para cumplir con todas esas ilusiones que ocupan su cabeza. Por eso se emociona tanto ver el rostro contento de una mujer que lo observa con admiración desde la primera fila, justo detrás de su preocupado entrenador, que hace gestos para advertirle que se cubra, que por favor se concentre, que el rival tiene una derecha de cuidado. 
Pero la sugerencia llega a destiempo; él mismo acaba de sentir en su cabeza el golpe demoledor del guante diestro de su contrincante. Mientras el árbitro avanza con el conteo, la realidad se va imponiendo sobre los sueños, hasta ganar por knock-out.

10 comentarios:

  1. Je, nunca hay que darse por ganador en una contienda.
    Saludos Martín!

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  2. Yo creo que era la novia del contrincante, evidentemente compinchada con él para embaucar y distraer al boxeador y arrojarlo contra la lona.
    Quizas las feministas te muestren su desagrado (por eso de que es una mujer...)
    Buen micro, Martín!

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  3. El cuento de la lechera con mamporro final en lugar de rotura de tinaja. Contundente, nunca mejor dicho.

    ¡Saludos!

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  4. Neto, así es. Ese es el mensaje que pretende transmitir esta historia. Gracias, como siempre. Un abrazo!

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  5. Con tinta violeta, esa es una posibilidad. Me gusta la forma en que lo interpretaste. Gracias por compartirla! ja Saludos

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  6. Hereje, me encantó la analogía con el cuento de la lechera. Si este cuento tuviera moraleja, creo que sería la misma. Gracias! Un abrazo

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  7. El comentario de Hereje es insuperable.-

    Otro beso.

    SIL

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  8. Sil, coincido con vos. Gracias por pasar. Un beso

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  9. Yo también pensé en el cuento de la lechera en el ring... es lo que tienen los castillos en el aire, se deshacen con un buen derechazo.
    Abrazos

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  10. Anita, creo que la analogía con la lechera es muy correcta. Gracias por pasar y comentar. Un abrazo!

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