El muchacho se propuso construir un fascinante castillo de arena, con sólo un balde y una palita. Elevó seis torres colosales, unidas por un muro de tres metros para asegurarle privacidad. Cavó una fosa enorme alrededor de la muralla buscando darle protección. Distribuyó los ambientes con estilo antiguo, primero cuatro dormitorios, luego otros tres (en definitiva, un palacio real como ese no podía tener menos comodidades). En la amplia suite nupcial con vista al mar ubicó la figura de su princesa soñada.
Se detuvo a observar a la doncella asomada por la ventanita de sus aposentos. Ella devolvió la mirada con una sonrisita pícara, mientras desajustaba su traje principesco elegantemente. El joven abandonó sus pertenencias en la orilla y trepó ágilmente el muro del palacio hasta la abertura de la habitación de arena, donde la mujer lo esperaba para agradecerle por la generosa construcción.
Las endebles paredes del palacio resistieron poco. Las bravías olas del ocaso derribaron sin piedad las torres gigantescas y alisaron la fosa protectora, devorando a su paso todo aquello que se animó a interponerse.
El constructor y su princesa no llegaron a darse cuenta.
El constructor y su princesa no llegaron a darse cuenta.
Eso es amor....!!!!!
ResponderEliminarPreciosa fantasía Martín.
ResponderEliminarCariños!
Sin duda el final justifica muy bien todo el desarrollo y el tema. Bien.
ResponderEliminarmuy lindo ^^
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminar"El constructor y su princesa no llegaron a darse cuenta". Nunca nos damos cuenta cuando se nos derrumba el castillo de arena sobre nosotros.
Brindo por la metáfora certera.
Un fuerte abrazo,
Kutxi.
En otras palabras, lo que el hombre se esfuerza en construir, la mujer los destruye con una sonrisa...
ResponderEliminarSi, me ha pasado
Saludos
Edificar sobre la arena tiene sus desventajas, pero es infinitamente romántico...
ResponderEliminary el final de tu cuento justifica los riesgos.
Distinto, con sabor a sal y arrullo de mar...
Un beso enorme, Martín.
SIL
A qué te refieres?
ResponderEliminarLo que yo entiendo es que muchas veces nos dedicamos a construir y a dejarnos atraer por castillos hermosos que en realidad estan construidos de arena y si bien en un principio te dan lo que "crees deseas" al final no los puedes disfrutar, porque no aguantan a la realidad. Que dices?
Uuuuuuuuyyyyyyyy...qué belleza!...un cuentito muy sugestivo y muy bien narrado!
ResponderEliminarun abrazo.
Amigoooooooooooo.
ResponderEliminarHermoso texto, capaz de mover montañas.
Un fuerte abrazo cariño, cuidate mucho si, me pasé a sentar un rato en el living porque estoy cansada.
Besos para vos.
Cuánta magia en tan pocas palabras! Muy bueno Martín!
ResponderEliminarAsí son muchas historias de amor. Creamos primero el ambiente para enamorar y una vez logrado esto nos metemos de lleno en el amor. Desde ese momento da lo mismo lo que nos circunde, nosotros a lo nuestro, es decir a amar y a ser amados.
ResponderEliminarUn saludo Martín.
Bello texto. Llevo un par de semanas intentado escribir algo sobre castillos de arena, pero después de leer tu texto, desisto.
ResponderEliminarEl constructor y su princesa no llegaron a darse cuenta. Pero si escribes una segunda parte de esta historia tendrás que atender a la prioridad de esta noticia en los informativos, a las denuncias por deficiencias en la construcción, a las manifestaciones ciudadanas en favor de la calidad de vida y a las excusas de la clase política respecto a los temas de urbanismo.
ResponderEliminarAunque nada de ello será tan romántico. Felicidades por el texto. Un abrazo.
Qué bonito y que romántico....
ResponderEliminarCada uno puede imaginar su final.Yo les ví claramente a los dos besásnose sobre la arena diluida, con la olas pasando por encima y ajenos al resto del mundo.
besos
El constructor y su princesa no llegaron a darse cuenta....eso, que no se dieron cuenta que quedaron solos, sin castillo...¿para qué lo necesitaban?
ResponderEliminarHermoso cuento. Dulce.
Un beso gigante, Martin.
Este cuento sí me gustó, Martín. Muy bueno el paso del niño jugando con la arena al constructor y la princesa. Casi sin transición, difuso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bueno Martín!
ResponderEliminarUn poco de aire fresco viene bien!
Saludos!
Me cierre me trasladó a ese mundo idealizado. Eso denota tu buen uso del género.
ResponderEliminar9
Seguirán cayéndose los castillos de arena que construyamos. Ése es siempre su destino. Pero habremos encontrado a la persona de nuestra vida cuando a su lado las ruinas no nos importen.
ResponderEliminarBonito cuento, Martín
Un beso
Lindo cuento.
ResponderEliminarDulce cuento y bonita metáfora.
ResponderEliminarHe leído tus micros de Fergutson. ¡Saludos!
Sí, que casualidad lo de nuestros relatos, a mi tambien me agrada la coincidencia. La cuestión es ¿murieron felices?
ResponderEliminarGracias por pasarte
Sen
Reina, es un amor soñado quizás. Gracias por comentar. Un beso
ResponderEliminarSol, gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado. Un beso
Baizabal, bienvenido al Living! El final queda un poco abierto, porque me gusta dejarlo en manos del lector. Me alegra que en tu caso ese final haya cerrado. Saludos
Liz, muchas gracias. Me alegra que te gustó. Un beso
ResponderEliminarKutxi, que bueno que te haya gustado la metáfora. Aún quedan los castillos en el aire, pero a veces no los vemos. Un abrazo
José, muy ingeniosa tu reflexión final, y muy sabia también. Gracias por invitarnos a pensar. Un abrazo
Sil, es cierto. Es distinto, y sin final sorpresa. Eso es lo que me propuse. Me alegra haber logrado el efecto. Un beso
ResponderEliminarAdela, me encantó tu interpretación. Gracias por compartirla. Creo que con ella el relato se torna mucho más interesante. Un beso
Neogeminis, muchas gracias por los elogios. Me alegra que te gustó! Un beso
Natalia, gracias por pasar y por tu comentario. Más que mover montañas, este relato mueve olas! Un beso grande
ResponderEliminarNeto, muchas gracias! Me puse romántico esta vez.. jaja un abrazo
Luis, gran comentario. Coincido plenamente. Gracias por tu generoso aporte en la reflexión sobre mis textos, siempre tan profundos. Un abrazo
Manu, no desistas por favor. Seguramente vos sabrás hacerlo mucho mejor. Un abrazo y gracias.
ResponderEliminarPedro, es cierto lo que decís. Casi que esta historia no sería posible en los tiempos de hoy por todas esas razones. Además, los palacios ya no están de moda. No crees? Un abrazo y gracias por comentar
Jesús, buena imaginación para un final a elección. Eso es lo que más me gusta. Gracias por tu comentario. Saludos
Alex, llenaste este relato de imágenes románticas. Me gustaron mucho. Me alegra que también te haya gustado a vos. Un beso
ResponderEliminarAnadry, es cierto. Tenían otras cosas sobre las que poner atención. Ya habrá tiempo para reconstruir el castillo. Muchas gracias por tus elogios. Un beso
Víctor, había escrito la palabra "niño" al principio. Luego la eliminé, pero me alegra que haya mantenido la idea. Me alegra que este sí te haya gustado. Un abrazo
Claudia, claro que sí! Hay que abrir las ventanas del living cada tanto. Me alegra que te gustó. Gracias por tu comentario. Un beso
ResponderEliminarDaniel, así es. Un mundo idealizado, un amor con iguales características. Me alegra que te haya gustado. Gracias por tu calificación. Un abrazo
Alís, hermosa reflexión. Creo que a estos jóvenes poco le importaron las ruinas. Gracias por comentar. Un beso
Esteban, muchas gracias! Saludos
ResponderEliminarElena, bienvenida al living! Me alegra que te haya gustado y que mis relatos en el libro "Supervivencia" te hayan traído hasta aquí. Prometo devolverte la visita. Saludos
Sen, estoy seguro que ellos sintieron esa felicidad que tanto deseaban. Un abrazo
Hermoso este cuento!
ResponderEliminarIlusionante y triste al mismo tiempo. Desaparecer formando parte de tu sueño, de los castillos en el aire que todos deseaaríamos que se hiciesen realidad algún día, amándose... es una buena manera de desaparecer. Una vez en el agua se debieron dispersar para siempre.
ResponderEliminarMartín, me resultó muy romántico.
ResponderEliminarTe felicito, como siempre.Besote.