Todo comenzó un domingo a las nueve de la mañana, con la inesperada muerte de mi vecino, después de una enérgica discusión por el alto volumen de la música. Una señora chismosa presenció cómo él se desplomaba frente a mí sin oponer resistencia. Aunque traté de explicarle que había sido un accidente, ella comenzó a gritarme todo tipo de improperios, tan excesivos como imperdonables. No me dejó, entonces, más remedio que matarla, ya que una testigo confundida sólo hubiera empeorado el asunto.
Apesadumbrado, fui corriendo a ver al cura párroco, creyendo que la confesión me ayudaría a aliviar el peso de mi conciencia. El sacerdote me escuchó en silencio, pero luego tuvo la desafortunada idea de decirme que yo estaba enfermo, que debía visitar a un psiquiatra, que esos pecados eran muy graves. Me pareció exagerada su reacción frente a una simple cadena de accidentes. Por las dudas, decidí asfixiarlo dentro del confesionario. No fuera a ser que su manía por cumplir el octavo mandamiento me terminara ocasionando algún problema.
Es por eso que vine a consultarlo, doctor. Quizás usted pueda recetarme algún calmante o indicarme un tratamiento. Pero luego entenderá que deberé matarlo. No confío en el secreto profesional. Y ya sabe que prefiero no tener testigos.
Muy bueno Martín. Me hizo acordar a un cuento de mi serie abogados.
ResponderEliminarHOLA MARTÍN. QUÉ BUEN RELATO!! ME ENCANTÓ, SOBRE TODO EL FINAL!!
ResponderEliminarRECIÉN DESCUBRO TU BLOG JEJEJEJE... AHORA LO VOY A SEGUIR!!
TE MANDO UN ABRAZO Y A SEGUIR ASI!!
excelente minificción, pero mejor no digo más no sea cosa que la cadena se extienda al lector. un abrazo
ResponderEliminarY después habrá que matar al farmacéutico, sin dudas...
ResponderEliminarExcelente relato, como siempre.
Saludos
J.
Gran cuento
ResponderEliminarToño, que bueno verte por aquí. Buscaré ese micro tuyo, no lo recuerdo. Gracias por tus palabras. Abrazo
ResponderEliminarGise, bienvenida al Living! Me alegra que te haya gustado el micro y este espacio. Gracias por los elogios. Un beso
Sandro, la cadena solo se extiende a los lectores a los que no les guste esta microficción. Por suerte, vos estás a salo. Gracias por tu comentario y tu visita. Un abrazo!
ResponderEliminarJosé, no había pensado en el farmaceutico. Pero tenés razón. Gran aporte. Gracias! Un abrazo
RCC, bienvenido al Living! Me alegra que te haya gustado. Muchas gracias por comentar. Saludos!
ResponderEliminarPobre doctor, mal lo tiene, haga lo que haga no se libra. Me gustó, tiene humor... muynegro.
ResponderEliminarBesitos
Con el doctor bien armado, éste relato puede derivarse a ser un gran western médico.
ResponderEliminar¡Qué genialidad!
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