lunes, 14 de mayo de 2012

La prisión

Me despierto cercado por barrotes. Del otro lado, un hombre me observa, me ofrece comida y promete que me tratara bien mientras no haya quejas. Siento allí un temor paralizante. No era así la libertad que imaginaba anoche, mientras mi madre me sugería independizarme. Por ende, hago todo lo posible para que el hombre no enfurezca. Si estoy triste, disimulo ocultando la cabeza. Pero cuando él se acerca, hago de cuenta que nada malo sucede y hundo mi pico contento en el recipiente del alpiste.

7 comentarios:

  1. Un texto excelente. Lo lleva a uno inocentemente por el relato, sin presentir el final, sorprendentemente inesperado...

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  2. Gracias Hugo! me alegra que te haya gustado. Un abrazo

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  3. ¡Muy bueno!Un relato dramático y un final de lujo. Me sorprendiste.
    Un abrazo.

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  4. Esos que roban sueños siempre andan en busca de pajarillos distraídos.
    Un abrazo Martín.

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  5. Moli, qué bueno haberte podido sorprender. Intenté que no se descubriera la historia hasta el final. Gracias por tu comentario! Un abrazo

    Alejo, esos merecerían que la historia fuera al revés. Gracias por comentar. Un abrazo!

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  6. !Gran observador del lenguaje particular de los animales!... más aplausos..

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  7. Eduardo, los animales expresan con claridad esos sentimientos. Para ellos va este cuento. Un abrazo

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