La mujer triste se detuvo en el borde del andén. Si el tren estaba en horario, llegaría a la estación en apenas seis minutos. Planeaba arrojarse a las vías en el preciso instante en que la locomotora apareciera entre la arboleda. Así, no habría tiempo de arrepentimientos ni rescatistas heroicos. Quizás sí una lamentable nota destacada en los noticieros del pueblo, que seguramente sería olvidada en poco tiempo. Pero la demora inesperada del convoy interrumpió sus planes definitivamente. En la parada previa, un suicida con idéntica desesperación había logrado concretar su propósito antes que ella.
La mujer abandonó la escena un poco confundida. Más tarde, reconocería la foto de aquel hombre por televisión. Él había sido el principal causante de la terrible angustia que la había arrastrado hasta el filo de la plataforma. Sin embargo, desde esa tarde, ella sintió que no podía odiarlo más.
Ufff... cómo pegan ese par de suicidios encadenados, Martín. Bien encajado.
ResponderEliminarUn abrazo internacional.
Buenísimo amigo Martín, buenísimo. Cosas por el estilo nos suceden en algunas ocasiones, que la vida nos pone por delante la decisión de alguien que se adelanta y nos deja con el vacio y el miedo.
ResponderEliminarUn saludo
Creo que te envié mi comentario pero con la cuenta de correo de mi pareja. En lugar de Ana deberia decir Luis.
ResponderEliminarPerdón
Tenía mucho motivos para odiarlo: él le había fastidiado la vida tanto como para desear la muerte, la había fastidiado la muerte, y ahora volvía....Qué desesperación.
ResponderEliminarMartín, qué bueno!!!
ResponderEliminarDa que pensar...
Un abrazo
que buen relato ! me encanto!
ResponderEliminarque buen relato ! me encanto!
ResponderEliminarExcelente, Martín: el giro del final, le da gran fuerza a la historia, sobre todo porque crees saber qué pasará.
ResponderEliminarUn abrazo.
En el poema ¿Dónde se habrán ido?, Borges dice:
ResponderEliminar"El ruin será generoso
Y el flojo será valiente,
No hay cosa como la muerte
Para mejorar la gente."
No se puede agregar más
Destacaría sobre todo el argumento del micro.
ResponderEliminarBuen final Martín! Un abrazo!
ResponderEliminarParece que los suicidios ya no tienen copyright!!
ResponderEliminarVíctor, hace rato que quería hacer un relato sobre suicidas. No le encontraba la vuelta. Me alegra que haya tenido resultado. Muchas gracias. Un abrazo internacional
ResponderEliminarLuis, muchísimas gracias, querido amigo. Me alegra que te haya gustado. Además, creo que resumiste perfectamente el mensaje que quería transmitir. Un beso
Luisa, creo que fue una forma de compensar tanto fastidio. O quizás no... Gracias por tu comentario. Un beso
ResponderEliminarAnanda, esa era la idea. Gracias por el elogio. Me alegra que te gustó! Un beso
Liz, me alegra que te haya gustado! Muchísimas gracias por tu comentario. Un beso
ResponderEliminarJosé Manuel, me gustan los giros sorpresivos. La primera versión de este micro era más lineal. Me parece que así quedó mucho mejor. Gracias! Un abrazo
Gi, gracias por traer a Borges hasta el living. No hay nada más que decir. Saludos
ResponderEliminarDaniel, qué bueno que pusieras el foco en eso! Muchas gracias amigo! Un abrazo internacional
Netomancia, el final era quizás el que ella también quería. Me alegra que te gustó. Muchas gracias! Un abrazo
ResponderEliminarV de Tierra, tenés razón. Hasta en eso se puede ser original. Gracias por comentar. Saludos
Me gustó mucho, muchísimo, bien logrado. y de acuerdo con víctor
ResponderEliminarMuchas gracias Juan! Me alegra que te haya gustado. Un abrazo
ResponderEliminarfinalmente los rescatistas heróicos suelen adoptar la formas más perversas.
ResponderEliminarmuy buen relato y blog!
Muerto el perro, la rabia suele acabarse.
ResponderEliminarEs un micro de alto impacto, y dice muchas cosas en una extensión tan breve.
Otro beso
SIL
YAT, bienvenido al Living! Creo que tu comentario es muy acertado. Muchas gracias! Saludos
ResponderEliminarSil, alto impacto fue el que tuvo el hombre contra el tren. Gracias por tantos comentarios. Un beso