La conocí en una fiesta de disfraces organizada por un grupo de amigos en la noche de Halloween, justo tres días después de su cumpleaños. Es imposible entender como, por esas ironías del almanaque, una mujer dotada de tanta belleza puede haber nacido en una fecha tan cercana a la Noche de Brujas.
No pude evitar mirarla entrar al amplio salón de la vieja casona, envuelta en un llamativo traje plateado en el que colgaban de su espalda dos enormes alas de tul anaranjado. Sus sensuales piernas se escondían enfundadas en unas delicadas calzas al tono y sobre su cabeza, dos alegres antenitas completaban el disfraz de mariposa más sublime que hubiera visto en mi vida.
La miré detenidamente por un largo rato, que en realidad no sé si fue extenso o el tiempo se detuvo cómplicemente para que yo pudiera observarla sin que ella pudiera notarlo. Descubrí que no sólo su disfraz me parecía bello, sino todo su ser, escondido en el frágil armazón del traje de tela, que recorría la pista de baile sin rumbo, de manera tímida pero impactante, como una tierna mariposa que recién abandona su capullo.
Por un instante, lamenté haber elegido el ridículo atuendo multicolor que llevaba puesto. Podría haber optado por convertirme en un fuerte guerrero romano, en un delicado príncipe de cuentos de hadas, en un valiente superhéroe americano, en un bruto pirata del Caribe o en un elegante y seductor conde de Transilvania. Sin embargo, allí estaba yo, con mi peluca de rulos verdes, una redonda nariz colorada, mi cara pintarrajeada y una enorme bolsa de caramelos cruzada sobre mi hombro izquierdo.
La vi sonreír rodeada de gente y descubrí que la mueca que esa sonrisa formaba en su cara era tan irresistible como un poco de aire fresco en pleno verano porteño.
Pensé que era una lástima que no estuviera allí conmigo. Podría acercarme de sorpresa y decirle: “Hola, ¿qué tal? ¿Estás sola? Soy el payaso que viene a alegrar tus noches y tus días”. Pero el abrazo del hombre que la acompañaba respondió a la pregunta antes que pudiera siquiera animarme a hacerla.
Se dice que la Noche de Brujas es la puerta que separa el mundo de los vivos del Más Allá. En ese momento, ansié que el más grande y temible de los monstruos se hiciera presente y se llevara consigo al sujeto o, en el peor de los casos, a la mujer que me acompañaba. No pude evitar sonreírme al imaginar la cara de sorpresa que pondrían los invitados cuando el espíritu maligno viniera a poner las cosas en su lugar, dejando libre el camino para que el triste payaso pudiera salir volando con su hermosa mariposa.
Recé, invoqué a Satán, ofrecí mi vida a cambio, pero lamentablemente (y de manera obvia) no ocurrió nada de lo imaginado. “No hay peor monstruo que el que crea uno mismo”, pensé. Y en mi caso, para vencerlo debía luchar contra mis propias limitaciones, mis miedos, mis culpas, mi falta de coraje, mi estúpida timidez, mi preocupación por el “que dirán” y el acostumbramiento a la comodidad y al aceptar “las cosas como son”.
Esa noche, mi fiesta personal era mirarla. Disfrutaba ver como con cada aleteo de seda descubría en ella a una chica cada vez más hermosa e interesante. Embobado y deslumbrado al mismo tiempo, tropecé con mis grandes zapatos y rodé torpemente por la alfombra, aterrizando a los pies de la extraordinaria mujer alada.
El destino quiso que ella notara finalmente mi presencia. Me tomó la mano para ayudar a incorporarme y le devolví la gentileza con una amplia sonrisa roja y blanca. Loco por ella, mudo por la excitación y la vergüenza simultáneas que me generaba el hecho de tenerla cerca, tomé un caramelo de mi bolsa y ofreciéndoselo, miré fijamente sus preciosos ojos color café.
- Tenemos algo en común - le dije tiernamente - vos podrías volar con tus hermosas alas, y yo estoy volando desde que te vi.
Se sonrió y posó sobre mí una mirada tan dulce que el Universo pareció esfumarse a nuestro alrededor, como si mi deseo se hubiera hecho realidad y el monstruo del Más Allá hubiese entrado sin ser visto y se hubiera llevado consigo a todos los asistentes.
Y así, como en una película con final abierto y perfecto, me quitó lentamente la peluca de rulos verdes, sacudió sus locas antenitas y agitando fuertemente sus grandes aletas traseras, levantó vuelo tomándome de la mano, para llevarme a un lugar tranquilo y maravilloso, desde donde hoy escribo este humilde cuento, mientras ella sonríe a mi lado, en gesto de aprobación.
No pude evitar mirarla entrar al amplio salón de la vieja casona, envuelta en un llamativo traje plateado en el que colgaban de su espalda dos enormes alas de tul anaranjado. Sus sensuales piernas se escondían enfundadas en unas delicadas calzas al tono y sobre su cabeza, dos alegres antenitas completaban el disfraz de mariposa más sublime que hubiera visto en mi vida.
La miré detenidamente por un largo rato, que en realidad no sé si fue extenso o el tiempo se detuvo cómplicemente para que yo pudiera observarla sin que ella pudiera notarlo. Descubrí que no sólo su disfraz me parecía bello, sino todo su ser, escondido en el frágil armazón del traje de tela, que recorría la pista de baile sin rumbo, de manera tímida pero impactante, como una tierna mariposa que recién abandona su capullo.
Por un instante, lamenté haber elegido el ridículo atuendo multicolor que llevaba puesto. Podría haber optado por convertirme en un fuerte guerrero romano, en un delicado príncipe de cuentos de hadas, en un valiente superhéroe americano, en un bruto pirata del Caribe o en un elegante y seductor conde de Transilvania. Sin embargo, allí estaba yo, con mi peluca de rulos verdes, una redonda nariz colorada, mi cara pintarrajeada y una enorme bolsa de caramelos cruzada sobre mi hombro izquierdo.
La vi sonreír rodeada de gente y descubrí que la mueca que esa sonrisa formaba en su cara era tan irresistible como un poco de aire fresco en pleno verano porteño.
Pensé que era una lástima que no estuviera allí conmigo. Podría acercarme de sorpresa y decirle: “Hola, ¿qué tal? ¿Estás sola? Soy el payaso que viene a alegrar tus noches y tus días”. Pero el abrazo del hombre que la acompañaba respondió a la pregunta antes que pudiera siquiera animarme a hacerla.
Se dice que la Noche de Brujas es la puerta que separa el mundo de los vivos del Más Allá. En ese momento, ansié que el más grande y temible de los monstruos se hiciera presente y se llevara consigo al sujeto o, en el peor de los casos, a la mujer que me acompañaba. No pude evitar sonreírme al imaginar la cara de sorpresa que pondrían los invitados cuando el espíritu maligno viniera a poner las cosas en su lugar, dejando libre el camino para que el triste payaso pudiera salir volando con su hermosa mariposa.
Recé, invoqué a Satán, ofrecí mi vida a cambio, pero lamentablemente (y de manera obvia) no ocurrió nada de lo imaginado. “No hay peor monstruo que el que crea uno mismo”, pensé. Y en mi caso, para vencerlo debía luchar contra mis propias limitaciones, mis miedos, mis culpas, mi falta de coraje, mi estúpida timidez, mi preocupación por el “que dirán” y el acostumbramiento a la comodidad y al aceptar “las cosas como son”.
Esa noche, mi fiesta personal era mirarla. Disfrutaba ver como con cada aleteo de seda descubría en ella a una chica cada vez más hermosa e interesante. Embobado y deslumbrado al mismo tiempo, tropecé con mis grandes zapatos y rodé torpemente por la alfombra, aterrizando a los pies de la extraordinaria mujer alada.
El destino quiso que ella notara finalmente mi presencia. Me tomó la mano para ayudar a incorporarme y le devolví la gentileza con una amplia sonrisa roja y blanca. Loco por ella, mudo por la excitación y la vergüenza simultáneas que me generaba el hecho de tenerla cerca, tomé un caramelo de mi bolsa y ofreciéndoselo, miré fijamente sus preciosos ojos color café.
- Tenemos algo en común - le dije tiernamente - vos podrías volar con tus hermosas alas, y yo estoy volando desde que te vi.
Se sonrió y posó sobre mí una mirada tan dulce que el Universo pareció esfumarse a nuestro alrededor, como si mi deseo se hubiera hecho realidad y el monstruo del Más Allá hubiese entrado sin ser visto y se hubiera llevado consigo a todos los asistentes.
Y así, como en una película con final abierto y perfecto, me quitó lentamente la peluca de rulos verdes, sacudió sus locas antenitas y agitando fuertemente sus grandes aletas traseras, levantó vuelo tomándome de la mano, para llevarme a un lugar tranquilo y maravilloso, desde donde hoy escribo este humilde cuento, mientras ella sonríe a mi lado, en gesto de aprobación.
Mi primer aterrizaje y me encuentro con un corazón que le hace la tarea al blogger de la peluca de colores...
ResponderEliminarMe gustó mucho! te seguiré!
Me sigues?
Cuento precioso y si la mariposa te acompaña, es mas que el soñado cuento de hadas.
ResponderEliminarMe gusto.
Besos.
Qué bonitooooooooo.
ResponderEliminarSi es que a veces, aunque vayamos disfrazados de pasayos, ocurre algo mágico, y hay personas que consiguen vernos a través de esa peluca verde.
Un besitooooooo.
"Y así, como en una película con final abierto y perfecto, me quitó lentamente la peluca de rulos verdes,"
ResponderEliminarMe encantó, de verdad.
Saludos y buena semana.
Por partes,
ResponderEliminarEl relato es magnífico.!!!!
El final es feliz !!!!!
El amor es así....
Pero temo tanto que el Señor del más allá te pase la factura, justo en el momento de que se coman la perdiz!!!!!!!!!!!!
Por las dudas, estate atento.
BESOS DE LIVING.
Qué bueno. Muy bueno Martín. Y cuando uno cree que el disfraz no te va a salvar, zas, te salvan la noche un caramelo y un poema en la boca.
ResponderEliminarTodos tenemos nuestra Maga Zulú en la noche de brujas...
un abrazo.
Hermoso Martín! el amor es un juego mágico
ResponderEliminarVuelo perfecto y perfecto aterrizaje, veo, puesto que esta a tu lado sonriendote y aprobandote!!!!
ResponderEliminarQue suerte!a disfrutar:)
Saludos...
A veces nuestro disfraz dice mas de nosotros que nuestro aspecto sin él. A ella le gusto el payaso apocado y timido, a él, le gustó la mariposa y su sonrisa. ¿Que hubiera pasado si no hubiera habido disfraces?.
ResponderEliminarSaludos
Rous, bienvenida al living. Me alegro que te haya gustado mi relato y te agradezco que me sigas. Te visitaré hoy mismo, y tambien te sigo leyendo. Un beso
ResponderEliminarCecy, muchas gracias.Las mariposas, muchas veces, se llevan en la panza. Un beso
Ana, lo importante no es el disfraz exterior, sino el interior. Un beso
Sonrisa de Hiperión, bienvenido al living. Me alegra que te haya gustado el relato. Estare esperando que regreses. Saludos
Sil, te prometo que andaré alerta por las dudas. O quizas, quien te dice, ya me la pasó. Un beso
Druida, me gustó la imagen de la Maga Zulu entrando al relato. Gracias por tu visita. Un abrazo.
Adriana, gracias por decidir seguirme. Estoy totalmente de acuerdo con vos. Un beso
Carina, triste hubiera sido el cuento si el aterrizaje no era igual de feliz. Un beso
Alma, vaya pregunta que traes a este living. Creo que, tarde o temprano, se hubiera producido el mismo milagro. Te mando un beso
martin que bonito cuento , el payaso y la mariposa , el amor y la ilusion triunfan ,disfrute mucho leyendote amigo , gracias y un abrazo .
ResponderEliminarHablando en silencio, muchas gracias por tu visita. Me alegra que lo hayas disfrutado. Ojala el amor y la ilusión siempre triunfen. Un abrazo
ResponderEliminarTan rico y lleno de detalles que me hacen sumergirme de lleno en la historia.
ResponderEliminarAtrapante y perfecto.
Y gran final!
Juliet, Que bueno que hayas podido estar por un rato en la fiesta de disfraces. Gracias por tu comentario. Un beso
ResponderEliminarMuy bueno!!..inesperado giro de este relato que se pintaba como coloquial y terminó siendo de pura fantasía!...muy bueno, me encantó!
ResponderEliminarSaludos!
Genial!!!!! Y te luciste con el cierre. Te lo aplaudo.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Por suerte las mujeres pueden hacer hundir a los hombres en el mayor de los ridículos o salvarlos de una dulce manera... Además, con tú poética la sedujiste sin remedio.
ResponderEliminarMuy bueno el post, me has hecho reir jajaja
Besos,
HR
Neogeminis, gracias por tu comentario. Me gustan los cuentos con giros inesperados. Saludos
ResponderEliminarSalvador, bienvenido al living. Muchas gracias por tu visita y por tu comentario. El placer es mío recibirte en este humilde lugar. Saludos
Habitaciones rojas, coincido con lo que decís sobre las mujeres, pero no lo dijiste vos, no yo! jaja. Un beso
sin embargo yo creo que se sedujeron mutuamente...
ResponderEliminarla seduccion unilateral no creo que funcione.
:)
Una ilusión que se hace realidad. Relato cargado de esperanza, muy bonito.
ResponderEliminarLa descripción del payaso me hizo venir a la mente un Ronald McDonald vegetariano... no me hagas caso, mi mente debe estar también volando, jaja.
Carina, si te referis al relato, creo que tenes mucha razón.;)
ResponderEliminarNetomancia, me dio mucha risa tu imagen del payaso vegetariano... que atenta contra la politica de su propio negocio. Un abrazo
Seguro y es ficción?
ResponderEliminarMe encantó este lugar, me puedo quedar un ratito?
ResponderEliminar=) HUMO
LADO B, bienvenido al living. La mayoría de los textos que lo integran son ficción, salvo aquellos que se agrupan bajo la categoría de autobiográficos. Sin embargo, no puedo negar que muchos de ellos tienen alguna inspiración en la vida real. Gracias por tu visita.
ResponderEliminarHUMO, bienvenida al living. Me alegra que te sientas a gusto y que ya te hayas acomodado. Aquí estaremos, cada vez que decidas regresar. Gracias por seguirme. Saludos
Seguro que no el autobiografico, por la intensidad lo parece...que musa inspiradora...muy buen relato.
ResponderEliminarQue bonito... un bello cuento. Esos amores a primera vista, que hacen tambalear al más pintado...
ResponderEliminarUn beso, cielo.
Natacha.
Tetor, toda historia de ficción, como esta, puede estar inspirada en algunos hechos de la vida real, que sumado a lo que surge de la musa que todos llevamos dentro, puede resultar a veces un relato con mayor intensidad. Me alegro que te haya gustado. Saludos
ResponderEliminarNatacha, me gusto eso "que hacen tambalear al más pintado...", mejor descripto imposible. Besos
Gracias por estar ahí,Martín.
ResponderEliminarHYDRO, gracias a vos por venir a leerme. Un abrazo
ResponderEliminarHay magia en la mirada de unos ojos dulces, me sudaron las manos al momento del encuentro, "yo vuelo desde que te ví"...eso es magia!
ResponderEliminarSaludos
Beatriz, la magia está en todos esos momentos. Gracias por tu visita! Bienvenida al living. Saludos
ResponderEliminarPrecioso!
ResponderEliminarEn el amor, siempre está la magia presente.
Un besito,
Clara, la magia es lo que inicia todo. Un beso
ResponderEliminary yo sonrío desde mi humilde silla por el final feliz que nos brinda esta peculiar pareja. No hicieron falta las fuerzas del mal, solo un simpático traspié y alguna voluntariosa fuerza del destino...
ResponderEliminarMe gustan estos finales, que me pemiten levantar el vuelo hacia ese lugar tranquilo y maravilloso desde donde sueño.
Buenas noches!! un beso!
mara-mara, que bueno que te haya gustado este relato simple de una hermosa historia de amor. Que descanses! Un beso
ResponderEliminarOígame maestro,que bien se acomodó el cuento para al final quedarse con el premio,pero usted jugó con ventaja,ya que fué quien lo escribió.En ése mismo parámetro ya no puedo seguir escribiendo más porque me acabo de convertir en el ángel semental y debo ir a cumplir mís deberes con las ángelas.
ResponderEliminarCarlos, cuentele este cuento a las ángelas y quizás consigas el mismo resultado. Un abrazo
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