El demonio se apoderó de mí sin invitación ni aviso previo. Entró a mi cuerpo dándome un beso corto pero profundo, que me irritó la garganta y adormeció mi cuello por dentro y por fuera. Obstruyó mi esófago con sus manos y bajó hecho fuego hasta mi pecho, anestesiando mis pulmones para dejarlos reducidos al mínimo movimiento necesario para respirar.
- Un buen vaso de tequila mata todo - me dijo un experto y acercó la bandeja plateada que contenía una botella a medio tomar, un limón cortado en forma de triángulo y un platito cubierto con sal fina.
El convidador hizo un gesto cortés para invitarme a iniciar el exorcismo y seguí su consejo sin recordar que el alcohol extiende el fuego. El diablo absorbió el trago con la boca abierta, gozoso de recibir aquel complejo vitamínico ideal para su poderío. Mi cabeza latía enérgicamente como si el cerebro dilatado estuviera pujando para abandonar su espacio a través de mi roja mirada. Sudé mares, sufrí escalofríos y, atacado por las náuseas, intenté expulsarlo asomando mi confundida cabeza sobre el inodoro, pero el ocupante resistía el desalojo.
- Un buen vaso de tequila mata todo - me dijo un experto y acercó la bandeja plateada que contenía una botella a medio tomar, un limón cortado en forma de triángulo y un platito cubierto con sal fina.
El convidador hizo un gesto cortés para invitarme a iniciar el exorcismo y seguí su consejo sin recordar que el alcohol extiende el fuego. El diablo absorbió el trago con la boca abierta, gozoso de recibir aquel complejo vitamínico ideal para su poderío. Mi cabeza latía enérgicamente como si el cerebro dilatado estuviera pujando para abandonar su espacio a través de mi roja mirada. Sudé mares, sufrí escalofríos y, atacado por las náuseas, intenté expulsarlo asomando mi confundida cabeza sobre el inodoro, pero el ocupante resistía el desalojo.
Ávido por escapar de esa pesadilla, arrastré mis pies dormidos por el camino de regreso hasta la habitación del hotel en la península de Yucatán donde me hospedaba. A la mañana siguiente, ya recompuesto, garabateé el primer borrador de esta historia, para nunca olvidar los terribles efectos colaterales que puede sufrir mi organismo si vuelvo a tener la pésima idea de degustar aquel diabólico picante mexicano.
Dentro de todo zafaste bastante bien.!!!
ResponderEliminarYo, si probara ese diabólico picante mejicano, más que endemoniada, terminaría muerta...
BESOS DE LIVING.
jajajajja....vio?se hubiera quedado aca con nosotros, en el living, comiendo una ensaladita....y no le pasaba eso...
ResponderEliminarEl mozo me aseguró que no picaba.. aun recuerdo mis labios adormecidos... Nunca mas!! Un beso
ResponderEliminarCarina, me hiciste reir mucho con tu comentario. Aca en el living estamos a dieta! jaja un beso
ResponderEliminarjajajjaa,,,por eso es mejorser abstemio!...es más saludable y angelical! ajaja
ResponderEliminarjajajja
ResponderEliminarLa verdad que me habia entrado en el relato.
Puaj, si que son picantes.
Besos.
No lo he probado, pero los que sí lo han hecho (y no son mexicanos) dicen que es como darle un beso al demonio.
ResponderEliminarJajaja....
Un saludo,
Impactante el titulo de entrada, pero leyéndote, la verdad que no lo he probado..
ResponderEliminarsaludos fraternos con mucho cariño
un abrazo
Sin duda he hallado un sitio de mi gusto. Genial lo tuyo. ES un hecho que pasaré seguido. Me encanta ( literalmente hablando) tu estilo
ResponderEliminarNeogeminis, la combinación del alcohol con el picante en este caso fue explosiva! Saludos
ResponderEliminarCecy, veo que los has probado. Entonces me entenderás. Un beso
Alejandro, puedo garantizarte que el relato es real. Si no te gusta el picante, no lo pruebes! Un abrazo
Adolfo, la intención del título es justamente la de intentar poner al lector en la sensación que genera el picante. Fue inolvidable, pero en el sentido aquí explicado. Saludos fraternos para vos también.
Carolina, bienvenida al living. Me alegra que te guste mi trabajo. Estas invitada a regresar cuando quieras. Las puertas del living estan siempre abiertas.
Qué bueno! Por suerte las mañanas tienen el poder de exorcizar a los demonios, por lo menos hasta que caiga la noche nuevamente.
ResponderEliminarSaludos
Un buen descanso es la mejor cura para todos los demonios, siempre que no venga acompañado de pesadillas. Gracias Sandro. Un saludo
ResponderEliminarAunque no lo he probado, puedo imaginármelo después de leer tu relato. Te felicito, me ha encantado. Saludos.
ResponderEliminarGracias ismed. Todo depende si te gusta el picante, sino ni lo intentes! Saludos
ResponderEliminarSr, lo suyo se llama APAGAR EL FUEGO CON NAFTA, redonda y calramente :D
ResponderEliminarYo soy nena, asiq mejor sigo con la Sprite -y con el limoncito triangular flotando en dicha bebida gaseosa- si ud me lo permitiese ;)
Chin chin por este espacio, a su salud!
=)
FE DE RATAS: calramente = claramente
ResponderEliminar-estoy totalmente sobria, juro-
:)
Andreita, brindo por tu gracioso comentario! Ojo con la gaseosa, que parece que también tiene efectos colaterales! ;) Saludos
ResponderEliminarJajajaja me morí!
ResponderEliminaringenioso! (:
Juliet, en ese momento en que casi muere fuí yo! Gracias por comentar. Saludos
ResponderEliminarGenial! Me ha encantado.
ResponderEliminarVaya mezcla... picante y tequila... toda una bomba de relojería.
A mi me ocurrió con el picante y fue suficiente...
Besos,
Clara, puedo asegurarte que la combinación es explosiva! Un beso
ResponderEliminarYo por eso odio el picante!que viva el Ketchup!!!jajaja...por hablar d comestibles...
ResponderEliminarAún m rio...muy bueno.
Saludos de mahonessa...ay no!de la chica!jeje
Isabel, coincido con vos. jaja El ketchup es más saludable y menos riesgoso. Saludos
ResponderEliminares genial lo que escribis
ResponderEliminarJacqueline, bienvenida al living! Gracias por tu comentario y por seguirme. Me alegra que te gusten mis cuentos. Saludos
ResponderEliminarHola, Martín.
ResponderEliminarUn relato realmente sorprendente e ingenioso.
Aprovechando el espacio comparto un texto con un toque de humor sobre ese endemoniado picante llamado: Chile.
Así dice una metáfora capciosa de la canción “la Llorona”; yo soy como el chile verde llorona, picante pero sabroso.
Empecemos con una aproximación a las razones del chile, porque pueden no saberlo pero el consumo de picante tiene motivos que van más allá de la subjetividad de un paladar y sus preferencias. Una razón de su consumo es el clima. Sí, el picante tiene efectos refrescantes que son altamente apreciados en un clima tropical. Suena contradictorio pero no lo es. El picante provoca sudoración y esta al evaporarse por efectos del calor o la brisa seca absorbe calorías del ambiente que circunda a la piel produciendo un efecto natural de aire acondicionado. Al apetito que suele ser apático en climas calurosos el picante lo pone ganoso, por lo que también sirve para estimularlo. La capsaicina (sustancia activa del chile y la que produce su mordida enjundiosa) tiene cualidades de conservador natural, característica muy útil en climas cálidos donde los alimentos se descomponen con mayor premura. Sus efectos terapéuticos son también muy valorados pues al acelerar el flujo de jugos gástricos las capsaicina reduce la incidencia de trastornos intestinales como la diarrea y mejora la digestión. Estudios publicados en la “Biochemical and Biophysical Research Communications" le endosan también efectividad como tratamiento anticanceroso, pero quizá la más válida razón para su consumo es la gama de sabores que el chile en sus múltiples especies aporta a la cocina; profundidad, textura, tono…
Pero no todo es miel sobre hojuelas. El abuso en el consumo del chile puede producir úlcera y gastritis además de una especie de envenenamiento cutáneo en personas sensibles por lo que resulta ventajoso saber que la capsaicina no es soluble en agua. Tomar agua en lugar de aliviar el ardor extiende el radio de acción de la sustancia. Se recomienda masticar pan que remueve mecánicamente la capsaicina o tomar leche ya que la caseína aísla y desactiva sus moléculas.
Como último consejo recomiendo iniciarse en el consumo con dosis pequeñas y con chiles no muy picantes ya que las vías de administración no son tan sensibles como las de evacuación y en éstas últimas no se puede aplicar leche ni alcohol, ni mucho menos masticar pan para mitigar las consecuencias. A este padecimiento se le conoce como la verdadera venganza de Moctezuma y leyendas urbanas dan cuenta de incautos que pagaron su imprudencia dejando las uñas enterradas en los inodoros o en los mosaicos de los baños. ¡Mucho cuidado!
Saludos.
Javier, muchas gracias por este tremendo aporte! De haberlo leído antes, hubiera evitado esa experiencia y, seguramente, no hubiera existido este cuento, que también se podría haber llamado "la venganza de Moctezuma". Un abrazo
ResponderEliminarVaya! despues de leer el comentario de Javier Alfaro no sé que más decirte...
ResponderEliminarSolo que mientras leía tu experiencia, imaginaba que era el demonio el que se iba a pillar una cogorza monumental con el tequila..., pero como siempre me equivoqué!!
Gracias por estos finales tan geniales.
Mara-mara, en este caso el que se pilló la cogorza monumental fuí yo! jaja gracias por tu comentario. Un beso
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