Grité jaque mate mientras ubicaba orgullosamente mi reina blanca en el casillero que dejaba a su rey negro sin movimientos posibles.
Era la primera vez que le ganaba una partida de ajedrez a mi hábil maestro después de numerosos años de aprendizaje repletos de derrotas, algunas de ellas muy decepcionantes para mí, tras las cuales había llegado a creer que ya no valía la pena invertir tanta energía en la imposible misión de vencer a mi instructor.
- Te felicito muchacho – me dijo con el notorio placer de aquel que siente que el esfuerzo realizado finalmente dio los frutos esperados.
Sentí que un enroque se produjo dentro de mí y el niño bisoño e inocente dejó su lugar a un joven atrevido y desafiante. Ese día comprendí una de las enseñanzas más importantes que me transmitió mi abuelo: si realmente se lo propone, hasta un humilde peón puede hacerle jaque mate al rey.
Era la primera vez que le ganaba una partida de ajedrez a mi hábil maestro después de numerosos años de aprendizaje repletos de derrotas, algunas de ellas muy decepcionantes para mí, tras las cuales había llegado a creer que ya no valía la pena invertir tanta energía en la imposible misión de vencer a mi instructor.
- Te felicito muchacho – me dijo con el notorio placer de aquel que siente que el esfuerzo realizado finalmente dio los frutos esperados.
Sentí que un enroque se produjo dentro de mí y el niño bisoño e inocente dejó su lugar a un joven atrevido y desafiante. Ese día comprendí una de las enseñanzas más importantes que me transmitió mi abuelo: si realmente se lo propone, hasta un humilde peón puede hacerle jaque mate al rey.
Y de vez en cuando sucede, creo, me parece.
ResponderEliminarEn mi caso, sucedió... pero no se volvió a repetir.
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