Hace tiempo que el mayordomo conoce que la relación matrimonial de los dueños de la casa se encuentra en crisis. Cada noche, los escucha discutir con elevados ánimos durante la cena: el señor acusa a su mujer de infidelidad, ella lo niega. Mientras tanto, él llena las copas de vino con un silencio respetuoso, procurando mantener el pulso firme y la mirada en la botella. Pocos minutos después, el señor abandona la mesa y se dirige rumbo a su habitación con un notorio estado de pesadez. Recién ahí, el mayordomo logra relajarse. La mueca furiosa de la dueña de casa se transforma en una boca ansiosa que lo busca para besarlo bajo la luz de los candelabros. Nuevamente el somnífero ha surtido efecto.
¡Muy bueno, Martín! Me gusta este versión del enemigo en casa.
ResponderEliminarUn abrazo,
¡Genial! ¿Será que siempre la culpa la tiene el mayordomo?
ResponderEliminarUn abrazo.
jajaja.. Mas bien yo diría.. el pulso firme y la mirada en las copas para evitar accidentes... jajaja
ResponderEliminarMis felicitaciones.... por cierto, muy bueno eso de...una boca ansiosa que lo busca para besarlo bajo la luz de los candelabros. ^_^
El vino siempre duerme a las fieras...
ResponderEliminarSaludos!
J.
La ventaja de conocer las costumbres de otros, permite infinitas posibilidades; ese mayordomo es un calculador de la discreción.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estimado escritor: felicitaciones por este logrado microrrelato, que refleja, con un lenguaje impecable y preciso, la siniestra discreción del mayordomo y "el estado de pesadez" que predomina en esa singular relación matrimonial. Saludos de Horacio Laitano
ResponderEliminarExcelente muestra de los alcances de putería que existen.
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ResponderEliminarMe encantó tu blog y buenísimos tus relatos! Saludos!
ResponderEliminarHola Martín. Apenas aterrizo por acá y me encuentro con este relato sobre la paciencia. No es la traición sobre lo que trata, me parece, sino sobre saber esperar.
ResponderEliminarSaludos