jueves, 22 de diciembre de 2011

El asilado

Me despertó el sonido de un timbre en la madrugada. Un hombre vestido de negro llamaba a la puerta de entrada. A pesar del temor que me infundía, accedí a hacerlo pasar cuando me rogó, con una tonada extraña pero desesperada, que por favor le diera asilo en mi casa. Le expliqué que mi vivienda era pequeña, que no tenía habitación de huéspedes, y que momentáneamente podía acomodarse en el cuarto de baño que daba al patio trasero. Así lo hizo. Entró dando un portazo y nunca más la volví a ver. Apenas responde con un gruñido cuando golpeo a su puerta para avisarle que llegó la correspondencia. Semanalmente, recibe cajas selladas de color marrón, que hace ingresar por un agujero que él mismo hizo en la pared, a la medida justa de su necesidad.
Como en mi casa hay otro cuarto de aseo, intento olvidar que él todavía vive ahí. Pero es imposible. Cada vez que salgo al patio, tiemblo al ver esos enormes misiles que apuntan al cielo, asomados por la ventana del baño de atrás.

8 comentarios:

  1. espasmódicamente inquietante. Bello giro al final. Saludos

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  2. Extraordinario post. He leído los últimos 11 o 12 y éste es de lejos el que más me ha gustado. Seguiré de cerca tu blog. Aquí te dejo el mío por si te apetece echarle un vistazo. Saludos!

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  3. De las historias que se ganan al abrir las puertas de la casa...
    Un abrazo Martín.

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  4. Hola, me pasé por aquí y mucho me gustó lo que escribes y cómo lo escribes.Con tu permiso, espero, lo asomo a mi ventana. Un abrazo desde el Sur.

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  5. Sandro, gracias por pasar. Me alegra que te haya gustado la vuelta de tuerca. Un abrazo

    In, bienvenido al Living! Me alegra que te hayan gustado mis micros. Me daré una vuelta por tu espacio. Gracias por tu comentario. Saludos

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  6. Alejo, son historias en las que no me queda claro si se gana o si se pierde. Gracias por comentar! Un abrazo

    Angel, bienvenido al Living! Es un placer que pases por aquí. Las puertas y las ventanas están abiertas para que regreses cuando quieras. Un abrazo

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  7. Víctima de la compasión mal aplicada terminó éste propietario de casa , quien tuvo que enfrentarse con dureza al hecho de que hubiése sido mejor adoptar un perro.

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  8. Carlos, tenés razón. El perro hubiera sido mucho más pacífico. Saludos!

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